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¿Estaba realmente la

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American Association for the Advancement of Science (AAAS)

El período previo a las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020 y su resultado llevó a destacados líderes científicos y políticos a declarar que una parte significativa de EE. UU. había dejado de aceptar los hechos científicos. En un foro de políticas, Stephen Hilgartner y sus colegas argumentan que agrupar a los estadounidenses en facciones a favor y en contra de la ciencia, como ha sucedido recientemente, supone un diagnóstico erróneo de la cuestión. Los autores afirman que confundir la disidencia política con un rechazo total hacia la ciencia ha dañado en última instancia la autoridad pública de esta última. "¿Estaba realmente la 'ciencia' en las papeletas electorales? ¿Es útil considerar que los ciudadanos estadounidenses están divididos en campos a favor y en contra de la ciencia? ¿La etiqueta 'anticiencia' sirve a los propósitos de la democracia deliberativa? La respuesta a estas preguntas es claramente no", escriben Hilgartner et al. Según los autores, para restaurar la autoridad pública de la ciencia los líderes políticos deben aprender a reconocer cuándo los desacuerdos sobre hechos científicos reflejan en realidad desacuerdos más profundos sobre valores sociales y formas de vida enfrentados. Por ejemplo, las medidas epidemiológicas para evitar muertes no capturan otros aspectos esenciales de la vida diaria, incluidos los económicos, sociales, políticos y espirituales. Por lo tanto, si bien las políticas destinadas principalmente a reducir los riesgos sanitarios se basan en hechos científicos, pueden acabar volviéndose sospechosas para quienes consideran que otras necesidades se han visto desatendidas o violadas injustificadamente. Presentar una política basada en la ciencia como correcta por el mero hecho de basarse en la ciencia no deja lugar para el debate sobre valores enfrentados. Esta resistencia se etiqueta con demasiada facilidad como anticientífica, lo que acaba erosionando la confianza del público hacia la ciencia en general. "La historia muestra que a la ciencia le va mejor cuando responde al escepticismo, no cuando se aísla de él", escriben los autores. "Construir un diálogo menos paternalista y más inclusivo entre la ciencia y los ciudadanos es crucial para una gobernanza democrática informada".

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