La crisis climática está limitando la disponibilidad de krill durante el verano en algunas regiones de la Antártida. Esta disminución del krill, unos pequeños crustáceos vitales en la cadena alimentaria marina, implica una reducción de la abundancia de alimento para las hembras del lobo marino antártico en esa estación, así como una caída de su éxito reproductivo. Además, también se ha incrementado la depredación de la foca leopardo sobre los cachorros de lobo marino por la menor abundancia de pingüinos, la principal presa de este voraz depredador antártico. Con todo, hasta ahora se ignoraba cómo la crisis climática podía afectar al lobo marino antártico durante los meses de invierno, cuando el frío, el viento y el hielo marino dificultan el estudio de los ecosistemas antárticos.
Gracias a la telemetría por satélite, ahora conocemos cómo se distribuye este mamífero durante los largos meses del invierno antártico, así como su relación con el krill y la banquisa antártica en esta época. Estas dinámicas son las que revela un artículo publicado en la revista Scientific Reports por los expertos Lluís Cardona, Manel Gazo, David March, Massimiliano Drago y Diego Rita, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (IRBio), y Mariluz Parga, de la asociación SUBMON.
¿Cómo se adapta el lobo marino antártico al cambio global?
El lobo marino antártico (Arctocephalus gazella), un mamífero que vive exclusivamente en el océano Austral, fue intensamente explotado por la industria peletera durante la primera mitad del siglo XIX. Tras una notable recuperación, las poblaciones de este pinnípedo están en regresión desde 2003.
Este depredador se alimenta sobre todo de krill —el crustáceo antártico Euphausia soberbia—, y también de peces. La mayor parte de sus colonias de cría se encuentran cerca del frente polar antártico, pero las islas Shetland del Sur, rodeadas por la banquisa polar durante el invierno, hospedan la población más meridional de la especie y la única realmente antártica. Precisamente, el nuevo trabajo da respuesta a muchas incógnitas sobre la importancia de los factores ambientales que regulan la distribución de esta población durante el invierno y su conexión con el ciclo del hielo y el krill.
El equipo de expertos desplegó la investigación en el verano austral de 2019 desde la base antártica Gabriel de Castilla, en la isla Decepción (archipiélago de las Shetland del Sur). En el estudio, el seguimiento científico por telemetría satelital se ha centrado en los machos juveniles y subadultos, puesto que son más del 80 % de los ejemplares que permanecen en aguas antárticas durante el invierno, mientras que las hembras abandonan la Antártida en este período.
Esto se debe a que, durante el invierno, una vez terminada la temporada de cría, las hembras dejan las islas Shetland del Sur y se desplazan hacia zonas menos frías, situadas en las inmediaciones de las islas de Georgia del Sur y el continente sudamericano. Por el contrario, los machos permanecen en el continente antártico.
Los individuos juveniles y subadultos son los que predominan en las poblaciones de machos, apunta el trabajo. En esta especie, la población de machos está sesgada hacia los individuos más jóvenes. Los machos adultos viven pocos años a causa de la madurez sexual relativamente tardía —a partir de los siete años— y del coste que supone defender un territorio de cría: una elevada mortalidad adulta . En cambio, las hembras maduran sexualmente hacia los tres años y sufren una menor mortalidad adulta, por lo que los especímenes adultos son más abundantes entre ellas.
«Los machos pasan la mayor parte del invierno en el océano Antártico, sin salir a suelo firme, y seleccionan de forma preferente zonas de menos de 1.000 metros de profundidad, situadas a unos 200 kilómetros del límite del hielo y con niveles elevados de clorofila y una temperatura superficial inferior a los 2 ºC», explica el profesor Lluís Cardona, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales y del IRBio.
«Eso coincide con el hábitat preferido del krill antártico, que es la principal presa de estos otáridos. Debido a la dinámica estacional del hielo, la zona del hábitat favorable para el krill se desplaza hacia el norte durante el invierno, y también lo hacen los lobos marinos. A medida que avanza el invierno, el krill también migra a mayor profundidad en la columna de agua y los machos de lobo marino se sumergen más para poder alimentarse, a veces hasta los 180 metros», continúa Cardona, director del proyecto de investigación antártica Flexseal, en el que se enmarca el estudio.
Machos y hembras: una lucha desigual por el alimento
Estos hábitats tan distintos que ocupan machos y hembras durante el invierno austral podrían relacionarse con el dimorfismo sexual de la especie: la masa corporal de las hembras varía entre los 20 y los 50 kilogramos, y los machos pueden alcanzar los 140. Incluso los machos jóvenes y subadultos son mucho más voluminosos que las hembras. Esta diferencia condiciona las habilidades de cada sexo —termorregulación, capacidad de inmersión, etc.— para adaptarse a un entorno extremo y para alimentarse con éxito.
«Una mayor masa corporal implica más capacidad para almacenar reservas de oxígeno, y, por tanto, más facilidad para zambullirse a mayor profundidad y sostener apneas prolongadas en busca de alimento», explica Cardona.
La población reproductiva más importante del lobo antártico se encuentra en las islas Georgia del Sur, la zona en la que históricamente se ha observado la mayor abundancia veraniega de krill en todo el océano Antártico. Además, durante el verano austral el krill se concentra a unos treinta metros de profundidad, lo que facilita que las hembras lo capturen. Ahora bien, la abundancia de krill ha mermado durante las dos últimas décadas. «Cuando esta fuente de alimentación mengua, los lobos marinos incrementan el consumo de pescado, pero de ese modo cae el éxito reproductivo. Por tanto, la especie puede sobrevivir sin krill, pero la población de lobo marino antártico es entonces muy inferior, tal y como sucede en otros sectores del océano Antártico donde el krill es menos abundante, como las islas Kerguelen», apunta Cardona.
Crisis climática y fauna polar: cambios en el horizonte
La crisis climática está alterando los ecosistemas de la península antártica y del océano Austral. Sobrevivir con éxito al cambio global implica modificaciones en la distribución, la abundancia y la ecología de muchas especies en latitudes polares. En el contexto del cambio global, machos y hembras del lobo marino antártico están expuestos a las transformaciones ambientales que afectan a la Antártida durante el verano austral. A diferencia de los machos, sin embargo, las hembras también están afectadas por los cambios en zonas ubicadas en latitudes subantárticas (entre los 40 y los 50º sur).
En algunas colonias, la crisis climática también provoca una mayor depredación de la foca leopardo sobre las crías. «Para adaptarse a los cambios externos, las colonias del lobo marino antártico deberían desplazarse hacia el sur a lo largo de la península antártica, pero este es un proceso extremadamente lento», indica Cardona.
En el caso de la conservación del lobo marino antártico, «en el futuro, habrá que gestionar correctamente las actividades de pesquería de krill en estas regiones, lo que exigirá tener presente, no únicamente el consumo realizado por las hembras durante los meses de verano, sino también el consumo asociado a los machos de todas las franjas de edad durante todas las estaciones del año», concluye el investigador.
Journal
Scientific Reports
Method of Research
Observational study
Subject of Research
Animals
Article Title
Winter distribution of juvenile and sub‑adult male Antarctic fur seals (Arctocephalus gazella) along the western Antarctic Peninsula
Article Publication Date
15-Nov-2021