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Durante la edad media de la Tierra no se formaron nuevas montañas, lo que detuvo la evolución de la vida durante un eón

Peer-Reviewed Publication

American Association for the Advancement of Science (AAAS)

Durante el Proterozoico, la Tierra no creció más: los procesos tectónicos causantes de la formación de montañas se estancaron, dejando los continentes desprovistos de montañas altas durante casi mil millones de años, según un nuevo estudio. Debido a que la formación de montañas es crucial para el ciclo de nutrientes, este prolongado cambio en la actividad de la corteza terrestre pudo haber tenido como resultado los "aburridos mil millones", un eón durante el cual la evolución de la vida en la Tierra se estancó En escalas de tiempo geológicas, incluso las montañas son efímeras. Las masivas fuerzas tectónicas que empujan vastas franjas del planeta hacia el cielo son contrarrestadas por los continuos procesos de erosión. Dado que el grosor de la corteza terrestre está en constante cambio, rastrear la formación de montañas a lo largo del tiempo profundo supone un desafío, pero es crucial para comprender la evolución de la superficie del planeta y de la vida que lo habita. En esta ocasión, Ming Tang y sus colegas presentan un nuevo agente para comprender los procesos de formación de montañas (orogénesis). Empleando anomalías de europio en circones erosionados durante mucho tiempo procedentes de accidentes geográficos antiguos para estimar el grosor medio de la corteza a lo largo de la historia de la Tierra, Tang et al. descubrieron que la formación de montañas se detuvo por casi mil millones de años durante la edad media de la Tierra. Si bien la corteza continental se presentaba gruesa y activa durante los eones Arcaico y Fanerozoico, el Proterozoico fue testigo de poca actividad, lo que resultó en una disminución constante del grosor de la corteza a medida que las montañas se erosionaban lentamente. Los autores sugieren que esta inactividad orogénica podría estar relacionada con la larga vida del supercontinente Nuna-Rodina, que pudo haber alterado la estructura térmica del manto, debilitando la actividad de la corteza continental situada encima. Sin la llegada de nuevos nutrientes a la superficie del planeta, los cambios también pudieron haber resultado en una hambruna persistente en los océanos, deteniéndose así la evolución de la vida por un tiempo.

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