Los bosques meridionales de roble carrasqueño son los hábitats con mayores niveles de endemismo de arañas en la península Ibérica, según un artículo publicado en la revista Biodiversity and Conservation. El trabajo analiza los factores que afectan a los patrones de biodiversidad de las comunidades de arañas en la red de parques nacionales en el país, y constata el papel de los factores ambientales en la distribución de la biodiversidad de este grupo faunístico en territorio peninsular.
El trabajo está dirigido por el profesor Miquel Arnedo, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (IRBio), también participan los expertos Luis Carlos Crespo, Marc Domènec y Carles Ribera (UB-IRBio), Jagoba Malumbres-Olarte y Pedro Cardoso, de la Universidad de las Azores (Portugal), y Jordi Moya-Laraño, de la Estación Experimental de Zonas Áridas en Almería (EEZA-CSIC).
Arañas ibéricas: ¿cómo se distribuyen por el territorio peninsular?
Todavía existen muchas incógnitas sobre la biología y la ecología de las comunidades de arañas ibéricas, un grupo faunístico con un rol fundamental en los ecosistemas naturales. Se calcula que en la actualidad hay más de 1.400 especies en territorio peninsular, el cual posee una gran diversidad climática y de hábitats naturales. En algunos casos, son especies con una distribución limitada endemismos regionales o locales y eso explicaría los cambios observados entre las comunidades de diferentes áreas.
El nuevo trabajo se centra en el estudio de las comunidades de arañas en los parques nacionales de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, Ordesa y Monte Perdido, Picos de Europa, Monfragüe, Cabañeros y Sierra Nevada. En concreto, se han estudiado las comunidades de arañas un total de 20.551 especímenes de 375 especies de diferentes tipos de robledos (Quercus spp) ampliamente distribuidos por la península, como los que incluyen el roble albar (Quercus petraea), el roble carrasqueño (Quercus faginea) o el rebollo (Quercus pyrenaica).
«Los resultados revelan que los bosques de roble carrasqueño (Quercus faginea) son los que muestran un mayor número de especies de arañas, probablemente a causa de los efectos combinados de la estructura física del hábitat y las condiciones climáticas», detalla el profesor Miquel Arnedo, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales.
El estudio también confirma los resultados de estudios previos que apuntan a una disminución del número de especies en los ecosistemas boscosos del sur, hecho causado por la reducción en la conectividad de los ecosistemas con respecto al resto del continente europeo. «Sin embargo, sugerimos que estos cambios en el número de especies podrían ser el resultado de interacciones más complejas entre la posición geográfica, el hábitat y el clima local. Eso haría posible, por ejemplo, encontrar comunidades de arañas en el Parque Nacional de Cabañeros (Castilla-La Mancha) con mayor número de especies que en los Picos de Europa (Asturias)», apunta Arnedo.
Clima, geografía y endemismos en las arañas ibéricas
Otra aportación relevante del trabajo es la identificación de un patrón que relaciona el aumento del grado de endemismo en las comunidades de arañas con el incremento de la temperatura y la disminución de la precipitación anual, que son características típicas del clima mediterráneo.
Las comunidades de arañas en zonas mediterráneas parecen ser más endémicas cuando consideramos las distribuciones de todas las especies de cada comunidad, y además contienen un mayor número de especies exclusivamente ibéricas», detalla el experto Jagoba Malumbres-Olarte, primer firmante del artículo. Otros grupos de arañas muestran un grado de endemismo superior a otros en función de ciertas características ecológicas, apuntan los autores.
«En este caso, hemos constatado que las arañas que se dispersan más frecuentemente a través del aire utilizando hilos de seda como paracaídas (en inglés, ballooning) presentan una distribución geográfica más extensa y, por tanto, son menos endémicas. Por ejemplo, este sería el caso de algunas especies de la familia Linyphiidae».
Las arañas, indicadores de la calidad medioambiental
A pesar del valor ecológico de las arañas, hasta la actualidad estos artrópodos han sido escasamente empleados como bioindicadores. El trabajo abre nuevas perspectivas en este ámbito de los estudios en ecología, y plantea que la presencia y la abundancia de familias de arañas con niveles altos de endemismo por ejemplo, las familias Oonopidae, Dysderidae, Zodariidae y Sparassidae podrían ser utilizadas por investigadores o gestores como indicadores de las singularidades o cualidades ecológicas de algunas áreas naturales.
«En las comunidades estudiadas en el trabajo, estas familias son las que muestran los mayores niveles de endemismo. Si tenemos en cuenta la dificultad de identificar ciertas especies ibéricas y la alta probabilidad de encontrar especies no descritas, la opción de emplear las familias de arañas y no las especies podría facilitar el uso de las arañas como indicadores ecológicos o de conservación», indican los autores.
Mejorar las estrategias de conservación de la biodiversidad
La falta de muchos expertos capaces de identificar y de describir especies de arañas y la gran diversidad del grupo faunístico son factores que dificultan el progreso del conocimiento sobre la ecología de las comunidades ibéricas de arañas y, por extensión, de muchos otros grupos de artrópodos. Ampliar los conocimientos sobre la biodiversidad de la fauna aracnológica peninsular exige impulsar programas de monitorización y hacer un seguimiento regular de los cambios temporales en las comunidades.
En este contexto, el artículo publicado en la revista Biodiversity and Conservation aporta información novedosa para mejorar la conservación y la gestión de los parques nacionales y de las áreas protegidas en general. Por un lado, revela nuevos datos sobre el número y la composición de especies en las comunidades de los parques nacionales, una información que permite establecer una referencia para futuros planes de monitorización. Además, identifica a los grupos más relevantes según el grado de endemismo (es decir, los de valor potencialmente alto para la conservación).
«Finalmente, nuestro trabajo también constata que los diferentes hábitats que se encuentran dentro de una misma área o parque pueden tener un valor diferencial en términos de conservación y de interés científico y, en consecuencia, podrían ser objeto de diferentes niveles de priorización en las acciones de conservación», concluyen los investigadores.
###
Journal
Biodiversity and Conservation