Los grandes incendios forestales son cada vez más frecuentes a nivel global y sus consecuencias más severas y destructivas. El cambio climático y la actividad humana están influyendo en la capacidad de los ecosistemas y los organismos que los habitan para sobreponerse a los incendios forestales. Sin embargo, las actuaciones para recuperar el entorno afectado pueden ser la ocasión para recuperar sus valores naturales perdidos.
Se estima que en el mundo hay más de dos millones de hectáreas de terrenos degradados que precisan restauración. Los incendios ocurridos en estos lugares proporcionan a los gestores la oportunidad de reconducir, a través de un adecuado proceso de restauración ecológica, las malas prácticas forestales previas. Las acciones para recuperar el entorno después de un incendio forestal deben ir encaminadas a favorecer la vegetación natural, más resiliente y menos inflamable, y mejor adaptada a las nuevas condiciones climáticas que deberá experimentar.
Así lo exponen los profesores de la Universidad de Sevilla Pablo García Murillo y Vicente Jurado Doña en un artículo firmado junto a investigadores de otras universidades en la revista Science. En él destacan que por todo el mundo existen ecosistemas propensos a los incendios en los que habitan numerosos organismos que han desarrollado adaptaciones evolutivas para hacer frente a los ciclos naturales del fuego. Sin embargo, las condiciones actuales de cambio climático y las intensas y frecuentes alteraciones provocadas por la actividad humana en la naturaleza han introducido un cambio en la dinámica de los grandes incendios.
Esta nueva situación puede sobrepasar la capacidad de los organismos de hacer frente a estas perturbaciones y, en última instancia, desencadenar el colapso en los ecosistemas que los albergan. Por ello, en la actualidad, los grandes incendios son uno de los principales conductores de los cambios en los sistemas forestales del mundo.
No obstante, los grandes incendios forestales pueden también suponer, en algunas ocasiones, una oportunidad para recuperar los valores naturales de ecosistemas que habían sido degradados. En muchos casos, esta degradación es precisamente la causa de un incremento en el riesgo de incendio. Un buen ejemplo son muchas de las plantaciones de pinos monoespecíficas de la región mediterránea, cuyos fines han quedado obsoletos en la actualidad y que generan más conflictos que provechos.
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